Conforme vamos recorriendo el camino hacia nuestro bienestar, encontraremos momentos difíciles en donde podemos perdernos de nuestro objetivo. De todos los factores que te llevan a la felicidad y al éxito, no es la inteligencia, ni la personalidad, ni la suerte, ni el carácter lo que te mantiene adelante, sino la perseverancia.

Sentimos respeto por las personas que persisten, pues en ellos vislumbramos la magia de la determinación, que los lleva a alcanzar las grandes cumbres. Como dijo Confucio: “La gloria más grande no consiste en no haber caído nunca, sino en haberse levantado después de cada caída”

Asegúrate de que tus objetivos sean dignos de tu perseverancia, porque no es sabio tomar rutas que llevan a puntos muertos. Considera el daño colateral: ¿Estás ganando batallas, pero perdiendo la guerra de tu bienestar, de tu salud, de tu integridad y el bienestar de otros?

Reconoce cómo se siente animarte con una feroz persistencia: Puede ser un sentimiento de fortaleza, de claridad, de inspiración de tener un propósito, de enfoque, de terquedad, de compromiso o todas ellas. Recuerda un momento cuando tuviste este sentimiento y revívelo en tu cuerpo cuando necesites recuperar las fuerzas internas para seguir adelante.

Toma el paso que está justo frente a ti. Un pequeño paso frente a otro te llevará lejos; todo lo que has querido está al otro lado del miedo y cuando el paso que sigue te acerca a él, éste retrocede un paso.

Encuentra un ritmo que puedas mantener; la vida es un maratón, no un sprint. Mantén constancia en tu práctica de meditación. Es mejor poco tiempo todos los días, que largos tiempos tan solo de vez en cuando. Crear el hábito es más fácil de sostener, sobretodo cuando las cosas se hacen más complicadas. Recuerda que un río talla la roca, no con la fuerza, sino con la persistencia.

¡Sigue adelante!