Muy bien, pues ya estás haciendo tu práctica de meditación, a pesar de las dificultades con las que te has topado, como sentir muchos pensamientos o muchas emociones apareciendo cuando intentas meditar. Quizá la principal dificultad que has encontrado realmente, ha sido incluirla en tu agenda de actividades diarias. (Si aún no meditas, inscríbete a mi curso y lo hacemos juntos) Como quiera que sea, has estado atendiendo la invitación de estar presente en tu vida, y darte cuenta de los patrones de supervivencia que se activan de manera inconsciente y que nos hacen correr, pelear, o congelarnos; acelerarnos o evadirnos.

La invitación que atiendes es para regresar a la vida, que está ocurriendo en este momento. Hacer una pausa y preguntar: ¿Qué es lo que realmente está ocurriendo ahora? No en el pasado ni en el futuro, sino en éste momento presente.

He estado pensando en éste tema últimamente porque de repente no es tan fácil, ¿verdad? ¿Cómo hacemos esto? ¿Cómo podemos regresar al presente, al ahora?

¿Cómo podemos conectar lo suficiente con esa esquiva pausa que abre el espacio para estar verdaderamente presente en mi vida?

Sobretodo si han habido momentos en donde todo se ha derrumbado, como la pérdida de un trabajo, la muerte de alguien amado, un diagnóstico que nos asusta, el rompimiento de una relación. Y ahora salgo yo con ésta frase trillada, “empieza otra vez, regresa al presente”. A lo mejor más bien te dan ganas de poner pausa a este curso, porque ahorita es demasiado. ¡Lo sé! ¡Yo misma me lo he dicho!

Al principio parece imposible pensar como sería empezar otra vez, cuando el instinto es tan fuerte de correr, pelear, ignorar. Te comparto que para mi ha sido posible, pero muy poco a poco, y sobretodo lo que ha permitido que suceda es darme cuenta de la fuerza subyacente, de la vida que corre por mi cuerpo.

¡Joder! ¡Ahí está!

naye fuente

En los momentos más obscuros, he regresado de los yermos más áridos al aceptar la invitación de ver lo que está aquí, por un poco más de tiempo, a lo único hermoso que está presente: La mano de mi esposo que me sostiene en el llanto, la flor que colorea una maceta en el jardín, el reflejo de luces de destellan en la sala, la luna que sale por entre la nubes... hasta que vuelvo a aprender a sentir el amor por la vida nuevamente. Volviendo a entrenar las redes neuronales de mi cerebro que me conectan con el gozo, con la presencia, una y otra vez.

Porque es justo ahí, en donde existe esa insidiosa y débil luz que se cuela por los recovecos de mis estrategias, donde el alma se ilumina junto con el cuerpo y la mente.

Lo importante es notar qué tanto estamos habituados a nuestras estrategias de supervivencia, para que cuando éstas parecen estar invadiéndonos, podamos encontrar la veta hacia la luz. Lo hacemos cuando nos movemos de este YO que está controlando, a una capacidad de presencia.

De control (pensar, hacer, dilucidar), a Ser.

A Ser en el momento presente.

Esto no significa que no actuamos, porque ciertamente nuestras estrategias de supervivencia son importantes para lidiar y afrontar lo que ocurre, pero estaremos lidiando y afrontando apoyados en el atributo de SER.

En otras palabras, podemos realizar nuestras actividades imbuidas de presencia de nuestra alma, en vez de la manera mecanizada por el temor de nuestras estrategias.

La práctica principal es la presencia mental, el mindfulness, que lo que hace es notar qué es lo que está sucediendo. ¿Qué esta sucediendo aquí, en éste momento? Y conectar con el cuerpo y sus sentidos, notándolo.

Y la segunda pregunta es ¿puedo permitir que ésto sea? ¿lo puedo dejar ser?

La presencia tiene la doble cualidad de notar y permitir en un espacio despierto.

Es tener la capacidad de reconocer cuando nos hemos ido, y puesto que realmente atendemos el llamado de SER, simplemente recordamos regresar. No es una demanda, una voluntad forzada o exigencia de regresar a la respiración o a las sensaciones del cuerpo, sino más bien reconocer que nos hemos desviado, nos hemos distraído y hemos bloqueado el acceso a nuestra alma. Así que, simplemente, lo recuerdo y regreso.

Cuando te has perdido en tus pensamientos, no juzgues eso, porque solo agrega una capa más de estrategias de control. Cuando has estado divagando en pensamientos, recuerda que otra vez tienes la oportunidad de sentir tu respirar, y estar con lo que está aquí.

No estamos tratando de exiliar los pensamientos.

No desterramos los pensamientos, simplemente no nos perdemos en ellos, sino que nos encontramos otra vez en el camino que nos va develando la capacidad que tenemos de aprender a encontrar los espacios entre pensamientos.

No tengo que decírtelo yo. Ya has notado que hay mucho sufrimiento cuando nos quedamos atascados en el pensar, porque muchos de éstos pensamientos nos mantienen en un estado de tensión, y esa tensión genera más pensamientos. Mindfulness rompe éste ciclo.
Lo que vamos haciendo es ir cortando los condicionamientos que nos mantienen atrapados en sus hechizos, para regresar al presente.

Es un descubrimiento liberador saber que podemos cambiar, de nuestras historias estancadas o de nuestros esfuerzos para controlar, a esta grieta de presencia que nos vuelve a conectar con el alma y la creatividad. Es un descubrimiento maravilloso; esta es la invitación que te hago para nuestro caminar en la práctica de la meditación.

Nayeli