Las experiencias que tuvimos cuando fuimos niños le dieron forma a nuestros procesos y capacidades humanas y se asentaron en nuestro cerebro impactando su funcionamiento.

Hoy sabemos que, gracias a la neuroplasticidad del cerebro que se establece en dependencia de nuestras experiencias, las cosas que sentimos, quisimos o creímos mientras fuimos niños, han quedado entretejidas en nuestro sistema nervioso. Por ejemplo, llorar hasta que alguien llegara, el abrazo del abuelo, el rechazo del hermano,  felicidad de empezar a caminar, juegos con los amiguitos, sentirse mal cuando te regañan en la escuela en o en casa, luchas de poder con los papás o el desear que tu cuerpo sea diferente a como es. Como quiera que haya sido tu infancia, las experiencias de esos días han quedado marcadas en la persona que eres hoy y van contigo a donde quiera que tu vayas.

Estas experiencias formaron a lo que hoy reconocemos como el niño interno. Esto no es algo trillado, sino efectivamente un sistema neurológico que se formó y está incrustado en nuestra realidad, con influencias poderosas en nuestro estado de ánimo, nuestro sentido de valor, nuestras expectativas y reacciones. Este niño interno se encuentra en el corazón de lo que eres hoy.

Si te sientes apenado, crítico, avergonzado, enojado con este niño interno, esto afectará cómo te sientes y cómo actúas hoy. Es por esto que conocer, aceptar y sanar a este niño interno ayudará a curar y reponer las heridas más profundas de nuestra psique.

De niño probablemente te sentiste herido, abandonado, perdido; buscabas reconocimiento, amor y no lo tuviste, guardabas grandes sueños, tomaste decisiones sobre ti mismo desde la perspectiva “infantil”. Todo esto es real, y tienen efectos reales en ti el día de hoy. Pero también ahora tienes oportunidad de ser para ese niño interno la figura fuerte, sabia, amorosa; el amigo, el protector, el padre que siempre quisiste y de restablecer fortalezas y capacidades que mereces. Realiza lo siguiente:

  • Contacta con el sentimiento de cuando amorosamente has cuidado de alguien.

  • Recuerda momentos de amor y compasión hacia un amigo, un familiar, una mascota, en donde sentías verdadero interés en su bienestar, querías darle apoyo y cuidado.

  • Deja que este recuerdo y este sentimiento inunden tu mente y tus sensaciones físicas.

  • Manteniendo estable este sentimiento, cambia el objeto hacia ti mismo, especialmente a tu niño interno.

  • Ahora reflexiona en tu infancia, empezando con los recuerdos más antiguos. Trata de mantenerte en la experiencia y no tanto en la historia detrás de ella. ¿Cómo se sentía ser un niño pequeño? ¿Cómo se sentía estar en la primaria? ¿Cómo se sentía estar en la secundaria? ¿Cuáles fueron los momentos más felices? ¿Cuáles fueron los momentos más tristes? ¿Qué parte te tu infancia te alimentó? ¿Qué parte de tu infancia te hirió? ¿Cuándo te sentiste seguro y apoyado? ¿Cuándo no? ¿Cuándo prosperaste? ¿Qué te dejó lastimado? ¿Cuándo afloraron las mejores partes de ti?

  • Trata de hacer un esfuerzo para mantener el sentimiento de ser cuidado y acompañado mientras reflexionas en estas preguntas.

  • Mantente en la experiencia tal como fue cuando fuiste niño, sin criticarlas ni justificarlas y, definitivamente, sin culparte por ello.

  • El niño vulnerable dentro de nosotros normalmente teme ser rechazado. Teme ser lastimado, así que no quiere mostrarse llorón, débil, necesitado, asustado o enojado. Por Favor no rechaces a este niño. Quiere mostrarse pero tiene miedo de hacerlo. Haz que tu niño interno se sienta seguro de mostrarse ante ti.

  • Pregúntale a tu niño interno qué es lo que realmente quiere y reconoce tu propia capacidad de proporcionárselo. A lo mejor es solamente el permiso de ser desordenado, juguetón, divertido, artístico, deportista o aventurero. A lo mejor es sólo aceptación, un abrazo o una guía. Tú puedes otorgarlo en este momento presente.

  • Acepta que nunca tendrás una mejor niñez. Sé hábil en aseverar la realidad tal como es, reconociendo al mismo tiempo tu capacidad y cualidad como adulto, lo que te llevará a mantener relaciones amorosas y apropiadas en el presente.

  • Reconoce que eres tú el principal protector, alimentador, porrista, guía y compañero de tu niño interno.