Después de varias ocasiones de práctica de meditación, es probable que ya hayas experimentado algunos momentos de paz. Esa sencilla experiencia convierte la idea de “tener paz” en algo más tangible. No es algo sentimentaloide o un cliché, sino que realmente has logrado contactar la veta de paz que existe dentro de ti. Eres como un minero que se ha topado con esa grieta zigzagueante y luminosa, entre las rocas de tus experiencias y dificultades.

Esta no es una paz que ignora el dolor que uno mismo o que otros experimentamos, no es una paz que se fuerza amordazándonos. Esta es una paz duradera, una paz a la que puedes llegar aún cuando voluminosas instancias de temor, frustración o angustia se ciernan sobre ti.

Estamos hablando de una veta de paz que cuando entras conscientemente en contacto ella, te sientes comprometido con la vida, pero también relativamente relajado, en calma y seguro. Cuando logras seguir las líneas marmoleadas de esta experiencia, te estás protegiendo del estrés. Tu sistema inmune empieza a fortalecerse, y estás logrando la resiliencia. Las perspectivas son más claras y puedes darte cuenta de las oportunidades. En tus relaciones, contactar con esta veta de paz te previene de sobre reaccionar e incrementa las posibilidades de que otros te traten mejor; a la vez tú puedes ser más claro y directo en donde necesitas serlo.

Es bueno notar, apreciar y seguir contactando estas instancias de paz. Es bueno enfocarse en la sensación cuando surge, porque la verdad es que esta veta de paz sube hasta la superficie de la experiencia en cada día.

Para aclarar un poco la sinuosidad de esta veta encontrada, te describo dos tonalidades características, para que sepas seguirlas y extraer sus riquezas. En la calma de la meditación has encontrado la veta, pero puedes rastrearla hasta la superficie de los momentos cotidianos. Reconócelos y extráelos a tu conciencia; familiarizarte con la paz; ensancha el filón.

La veta de paz del reposo: Esta es la paz de la relajación y el alivio que puedes contactar de varias maneras. Miras por la ventana y te sientes más tranquilo; hablas de un problema con un amigo o finalmente llegas al excusado. Exhalas suavemente. Se activa el sistema parasimpático del sistema nervioso. Terminas de lavar el último traste, estabas preocupado por algo, pero finalmente llega una buena noticia. ¡Ah, qué descanso! Es fácil subestimar este tipo de paz, pero realmente cuenta. Hazte consciente de ella cuando llega.

La veta de paz de tranquilidad: Esta es más profunda dentro del cuerpo y de la mente. Quizá has sentido ésta, a primera hora de la mañana, al despertar después de un buen descanso, justo antes de que la mente empiece su ajetreo. O quizá mientras estás sentado junto a una laguna del bosque, mientras la observas sientes que algo de su quietud se asienta en tu corazón. A lo mejor después de la rutina de ejercicio, del yoga o de la meditación. Tienes una clara sensación de serenidad.

Cuando tu mente y tu cuerpo se asientan aquí, no hay un sentimiento de déficit o de inquietud, no estás luchando contra nada, no estás persiguiendo algo, o aferrándote a otros. Existe una libertad interna, una no-reactividad que se siente maravillosa.